Cuando no lo oigo simplemente lloro... dentro y fuera:
- ¿Dónde estás enanito? Imagino tu sonrisa convertida en una mueca. ¿Sabes enanito? Tu fuerza es mi fuerza; tu sonrisa es mi sonrisa; si te rindes, yo me rindo. Si te callas, sólo estaré solo… sin mí.
Pero "siempre llega el enanito" a quitar la mortaja de mis sueños, a mostrarse heroico sobre su corcel “Rocinante”:
- Aquí estoy, amigo mío, aquí estoy. No me he rendido. – dice risueño - Pero debes saber, amigo mío, que no es mi silencio sino el nuestro que te aísla de ti, que te esconde de mí.
Vuelve a su trabajo el enanito, a correr nuevas piedras hasta llegar al salón principal, donde sólo él llega, "donde está el motor que mueve la luz".
BTZ
viernes, 2 de noviembre de 2007
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